lunes, 20 de octubre de 2008

PLATÓN, LOS TRES ARGUMENTOS SOBRE LA JUSTICIA, Y LA INTERPRETACIÓN DE JOHN MOURACADE- por Roberto Casales García


I. Introducción
Este trabajo tiene dos principales objetivos, el primero, reconstruir la interpretación de John Mouracade[1] sobre los tres argumentos de la justicia expuestos en la República[2]; el segundo, analizar y juzgar si dicha interpretación es justa a la ética de Platón. Como se ha mencionado, Platón expone tres argumentos para probar que es mejor una vida justa a una vida injusta; el primero concluye que una vida justa es más feliz que una vida injusta, mientras el segundo y el tercer argumento muestran que la vida justa es más agradable y placentera que una vida injusta. Estos tres argumentos se encuentran, principalmente en el libro IX de la República, donde Glaucón y Sócrates entablan un diálogo iniciado en el libro IV, en el cual hacen un análisis sobre la justicia. Los tres argumentos sobre la justicia representan uno de los pasajes controvertidos de la República, Julia Annas y J. D. Mabbott argumentan, cada uno por separado, que estos argumentos son sólo buenas consecuencias de la justicia; C. D. C. Reeve dice que el primer argumento prueba que la justicia es la mejor estructura o forma de gobierno del alma y del estado, mientras el segundo y el tercero demuestran que sobrepasan a las otras estructuras en términos de contenido; Richard Kraut defiende que sólo el primer argumento muestra que la justicia es superior y los otros argumentos señalan que no es necesario renunciar al placer para ser justos[3]. Otra interpretación es la de Golsing y Taylor, quienes sostienen que los tres argumentos muestran como la vida justa es la más feliz[4]. Mouracade intenta demostrar en este artículo que la interpretación de Golsing y Taylor, en el punto general, es correcta. Para tal, Mouracade va tratar de responder a la pregunta: ¿por qué Platón presenta tres argumentos para llegar a la misma conclusión?[5]
Parte esencial de la postura de Mouracade consiste en demostrar que el primer argumento es un entimema, mientras los otros dos se muestran como la clave para la implicación material del primer argumento[6]. En otras palabras, AP1 y AP2 complementan a AH. Con esta finalidad, Mouracade procederá a mostrar los defectos de AH, para después probar cómo y en qué sentido AP1 y AP2 eliminan estos defectos[7]. Podemos resumir su postura diciendo que tanto AH como AP1 y AP2, son un mismo argumento, como ya se dijo, AH sería un entimema donde las premisas que faltan están en AP1 y AP2.
II. La vida justa en la primera prueba
AH, dice Mouracade, inicia en el análisis de la justicia en el libro IV, continúa describiendo una vida justa en los libros V, VI y VII. Luego describre los tipos de estado, a saber, el justo o real, la timocracia, la oligarquía, la democracia y la tiranía. El argumento concluye, tras este análisis de los tipos de gobierno, cuando Glaucón admite que la vida justa es la más feliz, y la tiránica es la más desdichada, poniendo a la timocracia, la oligarquía y a la democracia como intermedias. En cuanto a la felicidad, Platón concluye: que el mejor y más justo es el más feliz, y que éste es el hombre de carácter más real y que reina sobre sí mismo, en tanto que el peor y más injusto es el más desdichado, y que éste resulta ser el carácter más tiránico[8]. Según Mouracade, esta clasificación de los tipos de vida con respecto a la justicia y a la felicidad, no está justificada. AH puede dividirse en dos partes, en la primera donde muestra que la vida tiránica es injusta, y la segunda, cuando clasifica a dichos. Para cada una de éstas, hay… una carencia del argumento[9]. Los tipos de vida descritos, dice Mouracade, no están claramente conectados con los diferentes elementos psíquicos, refiriéndose con elementos psíquicos a las tres partes del alma –racional, irascible y concupiscible-. La primera objeción a esta lectura señala que es poco caritativo para con Platón, pues ésta cuestión ya fue resuelta en el libro IV. Si esto es cierto, entonces no tiene caso decir que la primera prueba es defectuosa. Respondiendo a esta objeción hay dos cosas que debemos considerar. Primero, la prueba aún no está concluida, pues en el libro II se acepto un reto, el cual no se remitía a una sola prueba; en este libro se describe, ante la propuesta de Glaucón, un método para hilar el discurso de los siguientes libros[10]. A esta primera parte de la respuesta agregamos que, el mismo Sócrates, dice al final del libro IV que esta prueba no está concluida, en especial cuando dice: no debemos desfallecer[11]. Segundo, Platón promete ofrecernos tres argumentos tres argumentos contra la vida injusta, de forma que el primero no es suficiente para obtener una respuesta completa. Mouracade dice: Platón nos ha provisto con razones para ver estas tres pruebas como esenciales para una victoria sobre la injusticia[12]. Sócrates le pide a Glaucón trato de luchador[13], recordando que las luchas griegas eran ganadas por tres caídas, de esta forma, la primera prueba no es la victoria total.
Ahora bien, vale la pena poner a prueba las dos objeciones de Mouracade ante el texto mismo de Platón, sólo así podremos ver con claridad si son válidas o no. Cómo bien señala Mouracade, esta prueba -AH-, tiene dos partes, sin embargo por la extensión de la prueba al tratar cada uno de los tipos de vida, nos limitaremos a tratar a la tiranía, pues es basta para demostrar o no lo anterior. En una primera parte, Platón pone de relieve la semejanza entre el estado y el individuo, para él el alma se estructura de la misma forma que el estado, es decir, el hombre es similar al estado[14]. De tal forma que si el estado tiránico es, en su mayoría, esclavizado, y sólo existe una pequeña parte –el amo- que es libre, luego, el alma del tirano está esclavizada y presenta una libertad reducida, sólo la peor parte del alma[15] y la más enloquecida son libre en el tirano[16]. Pero un estado esclavizado es el que menos hace lo que quiere, pues es el que menos libertad tiene; por lo cual, el alma tiranizada será la que menos hace lo que quiere hacer, es un alma necesitada o insatisfecha. El tirano está enloquecido por sus deseos y sus pasiones. En conclusión, tanto el estado tiránico como el hombre de alma tiránica son desdichados[17]. Hasta aquí, dice él, sólo ha demostrado que es desdichado, pero faltaría demostrar que el injusto o tiránico es el más desdichado. En la segunda parte, Platón señala que hay dos modos de vivir, uno bueno y otro malo. Si el tirano tiene un alma esclavizada, luego tiene hartas pasiones y temores, es curioso que este hombre sea el único que se veda de viajar[18], pues fuera está sin protección, podría darse el caso en el cual llegara a un lugar donde no toleraran la esclavización y lo castigasen. El tirano que describe Platón es un hombre el cual vive con el temor de ser censurado o atacado, vive en cierta paranoia, pues su temor lo persigue. El hombre tiránico está mal gobernado en su interior[19], cuando no es capaz de vivir sólo en lo privado, se ve obligado a ser tirano e intentar gobernar a los demás. Vive de un modo duro, pues es un verdadero esclavo, forzado a la mayor adulación y servilismo lisonjero de los hombres perversos[20]. Es un hombre incapaz de satisfacer sus deseos, pues sólo satisface a esa peor parte del alma, está necesitado de la mayor parte de las cosas, resulta realmente pobre para quien sepa contemplar su alma íntegra[21]. Esta clase de hombres es el máximo de los desdichados por el máximo de los tiempos[22]. El tirano es aquel
Que es necesariamente –y por causa del poder llegar a serlo más aún- envidioso, desleal, injusto, carente de amigos, sacrílego, anfitrión y nutridor de toda maldad; y, a consecuencia de todo esto es infortunado al máximo y toma de esa índole a cuantos hombres se le aproximan.[23]
Por tal razón, el hombre justo es más feliz que el tirano que es injusto, de forma tal que si clasificáramos de entre los cinco tipos de gobierno conforma a grados de felicidad, el más justo sería el más feliz, mientras que el menos dichoso sería el que tiene alma tirana, teniendo por intermedios a los otros. Ahora, Platón bien podría responder a las objeciones de Mouracade. A la primera –que no están justificadas las clasificaciones-, diremos que si uno mide estos modelos en según la felicidad, entonces, si la vida justa es la más feliz, y la más desdichada es la tiránica o injusta, luego está claro que la vida justa será la primera y la tiránica la última, y las otras dependiendo si se acercan más a la primera o a la última es que se ordenarán en la clasificación. De forma que la timocracia es más dichosa que la oligarquía y la democracia, y la democrática, por estar más cerca de la tiranía –al menos en Platón-, es la penúltima. A la segunda objeción, a saber, que los tres tipos de vida no están claramente conectados a los elementos psíquicos, diremos que tampoco es tan difusa la conexión. Tomando en cuenta la división tripartita del alma –racional, irascible y concupiscible-, podemos ver, al menos en el caso de la tiranía, que la parte a la que después llamará apetitiva, es decir, a la concupiscible, le corresponde la pero parte que queda libre en el tirano. En otras palabras, el tirano si bien esclaviza su alma y deja libre la peor parte de su alma, entonces podemos decir que esa parte no es el alma racional ni la irascible, sino la meramente pasional. Si bien la conexión no es muy clara, tampoco está tan oculta como para no poderla suponer uno mismo; y hasta aquí no hemos tocado ni AP1 ni AP2.
III. Los argumentos del placer
Según Mouracade, AP1 y AP2 responden a las dos objeciones que presenta a AH. AP1, dice Mouracade, justifica la clasificación, mientras que AP2 justifica la descripción de los diferentes tipos de vida con respecto a los elementos psicológicos[24]. Sobre AP1, Sócrates comienza apoyándose en la división del alma en tres, a cada una de estas partes del alma le corresponde un tipo específico de placer. De estos tipos de placer, la apetitiva al dinero; la irascible al honor y a la buena reputación; y la racional el conocimiento. Según Platón, y en esto lo sigue bien Mouracade, a estos tipos de placeres corresponde un tipo de persona que se deja dominar por uno de ellos, a saber, al racional el filosofo, a la apetitiva al avaro, y la irascible al ambicioso. Cada uno afirma que su modo de vida es el mejor. Sin embargo, el filósofo es el único que ha experimentado, o incluso deliberado, sobre los demás placeres, por lo que su afirmación de que la vida dedicada al placer racional es mejor, tiene un criterio de autoridad mayor. El filósofo es el que tiene experiencia sobre los tres placeres, y por tal son los que mejor juicio tendrán al respecto. Mouracade afirma que esto defiende la clasificación hecha por Sócrates y Glaucón[25], sin embargo, en AH, la clasificación está justificada por el grado de felicidad, no de placer. Dentro de AH cabe la posibilidad de una vida justa no placentera, en AP1 se afirma que el mejor modo de vida es el filosófico. Comer cuando se tiene hambre es placentero, más no te hace feliz; Platón argumenta en AH que la vida más feliz es la justa, a esta prueba se une AP1 y AP2, donde lo que propiamente se demuestra es que también es la más placentera.
En AP2, Sócrates se empeñará en dar una pruebe decisiva, en la cual no sólo va a mostrar que la vida del filósofo es la mejor, sino que el placer de conocer es el único placer, ni el dinero ni el honor son verdaderos placeres[26]. La tesis principal es que el filósofo basa su juicio en lo real, no en lo aparente. El conocimiento es el único capaz de llenar y satisfacer al alma, porque es real. El dinero y el honor o la buena reputación, son vacíos, de forma tal que son incapaces de llenar al alma. En AP2, el único placer real, es aquel que proviene, no del apetito irascible ni el concupiscible, pues estos son meras ilusiones, sino proviene del conocimiento. El placer verdadero sería el conocimiento, los otros son menos reales. Quien ha dedicado su vida a los otros dos placeres no han disfrutado de un placer sólido y puro[27]. Apelando a la defensa de este argumento habrá que apelar a la teoría del conocimiento platónica y a su metafísica, pues en ambas se destaca el estatuto ontológico real del mundo de las ideas, no el de las apariencias. Este argumento, más que defender la descripción que Mouracade sostiene, justificaría más a AP1 que a AH; aunque no podemos negar una relación con AH.
IV. Conclusiones
Si bien las objeciones de Mouracade no son válidas para AH, su conclusión es correcta. Bien podemos decir que en AH, AP1 y AP2 podemos sacar una misma conclusión. Ninguno de los argumentos de Platón son decisivos cuando los tomamos por separado, pero todos son fuertes cuando AP1 y AP2 son tomados como complementos de AH[28]. Una de las lecturas comunes de Platón apelan a tomar a cada una de las pruebas por separado, sin embargo esto es un error, pues los tres argumentos son decisivos para poder llegar a la conclusión de que una vida justa es mejor que una injusta. Los tres argumentos son necesarios para una victoria olímpica, una conclusión se ve mejor respaldada cuando el alcance de sus premisas es mayor. Efectivamente AH, AP1 y AP2, juntos son pruebas que tienen un mayor alcance explicativo, ya que contemplan algunas posibles objeciones. Es claro que los tres apuntan a una ética eudaimonista, la cual, bien argumentada, serían capaces de salir libres de las críticas kantianas. Kant sostiene que uno no puede actuar bien para ser felices porque eso dejaría de ser bueno y pasaría a ser un mero acto egoísta, considerando que en Kant ser feliz es entendido, en primera instancia, como satisfacción de placeres apetitivos y concupiscibles. Es evidente que la respuesta de Platón apelaría a AP2, aunque respaldada por AH y AP1, de forma tal que la vida filosófica y justa no sólo sería la mejor, sino sería la única capaz de satisfacer realmente a nuestra alma. En AH, lo que se sostiene, es la supremacía en cuanto a la felicidad de una vida justa a una injusta, la cual, según AP1, es, de los modos de vida, el más placentero, y no sólo eso, sino que por AP2 decimos que es el único verdaderamente placentero. En AP2 y AH parecen identificarse este único placer real y la felicidad, aunque admite ciertos matices; de esto se podría decir: o que la vida justa es la más dichosa por ser la única realmente placentera, o que es la más placentera porque es la más dichosa. La primera línea hace más justicia al propio Platón, pues, además de ser cierta, la vida justa es placentera no porque sea la más dichosa, sino porque el placer de la vida justa es el único real. En cuanto a la felicidad admite clasificaciones en los distintos tipos de vida, haciendo de algunos más felices que otros; en cuanto al placer, Platón sólo admite como real el placer de conocer la verdad.
Las objeciones a AH, como ya vimos, no hacen justicia a Platón, sin embargo, eso no significa que sea totalmente independiente de AP1 y AP2. Los tres argumentos tiene una conclusión independiente, sea en AH que la vida justa es más feliz que la vida injusta, sea en AP1 que la autoridad del filósofo para decir que su modo de vida es el más placentero es tal por su base en el juicio y en la experiencia, o sea en AP2 que el único placer real es el del filósofo, sin embargo, puede sacarse de los tres una segunda conclusión, la cual es común a los tres, a saber, la vida justa es mejor que la vida injusta. Si la vida justa es más feliz que la injusta, luego es mejor. Si la vida justa la escoge el filósofo después de haber experimentado y haber realizado un juicio sobre los otros placeres, luego la vida justa es mejor que la vida injusta. Y por último, si la vida justa es la única capaz de satisfacer al alma de un hombre por ser el único placer real, entonces una vida justa es mejor que una injusta. Sin embargo, habría que hacer un análisis de la argumentación en sí, para dilucidar si es un buen argumento o no.

V. Bibliografía
- MOURACADE, John: “Plato´s three arguments for justice”. Méthexis 28 (2005): 43-52.
- PLATÓN: “República”. Diálogos IV (1986), trad. Conrado Eggers Lan. Madrid: Gredos.


[1] MOURACADE, John: “Plato´s three arguments for justice”. Méthexis 28 (2005): 43-52. la traducción de dicho artículo es mía.
[2] La traducción de la república que se usará es: PLATÓN: “República”. Diálogos IV (1986), trad. Conrado Eggers Lan. Madrid: Gredos.
[3] Cfr. MOURACADE, John: “Plato´s three arguments for justice”. Méthexis 28 (2005): 43.
[4] Cfr. Ibidem.
[5] MOURACADE, John. Op. Cit. P. 44.
[6] Cfr. Ibidem. A partir de ahora se usará la nomenclatura del comentarista, ubicada en esta misma cita, para designar las tres pruebas, a saber, AH –argument from happiness- para el primero, para el segundo y el tercero AP1 y AP2 –first and second arguments from pleasure-.
[7] Cfr. MOURACADE, John. Op. Cit. P. 45.
[8] PLATÓN. Op. Cit. 580c.
[9] Cfr. MOURACADE, John. Ibidem.
[10] Y nos limitaremos a enunciar esto, pues excede los límites del trabajo mismo.
[11] PLATÓN. Op. Cit. 445b.
[12] MOURACADE, John. Op. Cit. P. 46.
[13] Cfr. PLATÓN. Op. Cit. 544b.
[14] Cfr. PLATÓN. Op. Cit. 577c.
[15] Es importante notar que aquí Platón introduce cierta dimensión de los elementos psíquicos.
[16] Cfr. PLATÓN. Op. Cit. 577d.
[17] Cfr. PLATÓN. Op. Cit. 578b.
[18] Cfr. PLATÓN. Op. Cit. 579b.
[19] PLATÓN. Op. Cit. 579c.
[20] PLATÓN. Op. Cit. 579d.
[21] PLATÓN. Op. Cit. 579e.
[22] Cfr. PLATÓN. Op. Cit. 576c.
[23] PLATÓN. Op. Cit. 580ª.
[24] Cfr. MOURACADE, John. Op. Cit. P. 47.
[25] Cfr. MOURACADE, John. Ibidem.
[26] Cfr. MOURACADE, John. Op. Cit. P. 48, y PLATÓN. Op. Cit. 585c.
[27] PLATÓN. Op. Cit. 586a.
[28] MOURACADE, John. Op. Cit. P. 52.

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