miércoles, 1 de diciembre de 2010

¿Cómo puede Thomas de Aquino defender la inteligibilidad de la Creatio ex nihilio?

Teniendo en cuenta que el principio de la ciencia es “de la nada, nada sale”, ¿Cómo puede Thomas de Aquino defender la inteligibilidad de la Creatio ex nihilio?

Para responder esta pregunta lo primero que hemos de considerar es si existe uno o varios primeros principios. En In II Sent d1, C.1, a.1, Thomas de Aquino responderá a este primer problema distinguiendo dos sentidos de “Primero”, uno en sentido absoluto, otro según un género u orden. Respecto al segundo sentido nos dirá que existen varios principios, ya que existen diversos tipos de causas. Así, por ejemplo, el primer principio de la materia corresponde a la materia prima, al de la forma el ser, y así respecto a cada género u orden. No obstante, sólo podrá ser uno el primer principio si se utiliza el primer sentido del término “primero”, esto es, primero en sentido absoluto, lo cual se prueba de tres formas.
La primera prueba apela al orden del cosmos, ya que la coordinación según la cual unas cosas se ordenan a otras sólo podría darse en cuanto que todas ellas tienden a algo “uno”. En segundo lugar, se dice que tienen un único primer principio dada la naturaleza misma de las cosas. Si en todas las cosas se da una misma natura entitatis, pero tienen el “ser” de distinta forma, luego es necesario que reciban el mismo “ser” en virtud de otro, donde la naturaleza de ese otro sea ipsum suum esse. El “ser” de las cosas participa, así, del ser de éste, pues la natura entitatis tiene la misma razón en todas las cosas, según la analogía. Finalmente, se prueba que primer principio en sentido absoluto es uno apelando a la inmaterialidad del mismo Dios. La causa que mueve a las esferas celestes y, por consecuente, a todo ser material, debe ser una causa inmaterial. De la misma forma se dice que dentro de los seres inmateriales “sólo hay diversidad en tanto que la naturaleza de una cosa es más completa y existente en acto que la naturaleza del otra” (In II Sent d1, C.1, a.1, Solución). De lo cual se sigue que aquello que es acto puro sea sólo algo uno, de lo cual proceda todo lo que está mezclado con la potencia.
Otro de los problemas que es necesario considerar para poder responder a nuestra pregunta inicial es, sin lugar a dudas, si puede salir de Dios por creación. Una de las objeciones por las cuales se sostiene que no se puede demostrar racionalmente la creación consiste en lo siguiente: si en toda mutación se da algo de lo cual proviene la mutación por sí, y de aquello que se hace algo es necesario que permanezca en aquello que es hecho, ya sea según el todo o la parte, entonces es imposible que el ente salga del no ente, ya que este último tendría que permanecer como ente, siendo así, ente y no ente al mismo tiempo. La respuesta a esta objeción sólo podrá entenderse en virtud de la solución que dará el aquinate. Para Tomás de Aquino, la creación no sólo se sostiene por la fe, sino que también lo demuestra la razón. Ya que, si todo lo que es imperfecto en algún género nace de aquello en lo cual se encuentra a la perfección el género, y toda cosa participa del ser en cuanto que es imperfecta, luego, “es necesario que toda cosa, según todo lo que hay en ella, provenga del ente primero y perfecto” (In II Sent d1, C.1, a.2, Solución). Crear, según Tomás de Aquino, es producir la cosa en el ser en toda su substancia, de lo cual se sigue que es necesario que todas las cosas procedan del primer principio por creación.
Creación, sin embargo, implica dos cosas: en primer lugar, que no se presupone nada en la cosa creada; en segundo lugar, que en la cosa que se dice que es creada anteceda el “no ser” al “ser”. Ambas implicaciones nos ayudan a entender de qué forma creación y mutación o cambio son dos cosas distintas. De la primera implicación se sigue que, dado que la generación y cualquier otro tipo de cambio presuponen la preexistencia de una realidad determinada, creación y cambio no son lo mismo. Para que un cambio substancial, por ejemplo, pueda darse, es necesario que exista una materia capaz de recibir ese cambio. De la misma forma sucede con los demás tipos de cambio, los cuales presuponen la existencia del sujeto. De esta manera, la causalidad del cambio no se extiende a todo lo que hay en la cosa, mientras que la causalidad de la creación se extiende a todo lo que haya de la cosa. De la segunda implicación, por su parte, se sigue que, dado que en la creación antecede el “no ser” al “ser”, este anteceder no es con prioridad de tiempo o duración, es decir, no presupone un origen temporal de las cosas. En este sentido, la creación siempre es Creatio ex nihilio, y no post nihilum. La prioridad, según la cual el “no ser” antecede al “ser”, no es en el tiempo, sino en la naturaleza, de modo que “la cosa creada, si se deja a sí misma vaya al no ser, pues no tiene el ser sino por influencia de la causa superior” (In II Sent d1, C.1, a.2, Solución).
De ambas implicaciones, según Tomás de Aquino, se prueba, también, que la creación necesariamente en creación de la nada. Una creación de la nada, así, puede ser demostrada por la filosofía, sin embargo, afirmar que la creación necesariamente tiene un inicio temporal es algo que sólo puede demostrarse por la fe. Parte fundamental para comprender la respuesta que Tomás de Aquino daría a nuestra pregunta principal, es necesario considerar la respuesta que el aquinate ofrece a la tercera objeción por la cual se piensa que no podría salir de Dios nada por creación. Esta objeción, en resumidas cuentas, sostiene que ninguna cosa que permanece puede, al mismo tiempo, hacerse y haber sido hecha. Esto se debe a que la cosa sólo existiría después de haber sido hecha y no mientras se hace, pues lo contrario supondría que la cosa es y no es al mismo tiempo. Según esta objeción, el producir no puede existir sin sujeto, razón por la cual la creación no podría sostenerse.
Ante esta objeción, Tomás Aquino responderá que ninguna cosa permanente puede hacerse y estar hecha a la vez, pero entendiéndolo esto desde el cambio. En efecto, cuando una cosa se hace, por ejemplo, en la corrupción o en el movimiento, hacerse y estar hecho se dan necesariamente en momentos distintos, además de que suponen la preexistencia de un sujeto que reciba el cambio. Si la creación es entendida como un producir en el ser según toda su substancia, y ésta tiene prioridad no en el tiempo, sino en la naturaleza, luego, la creación no implica necesariamente un origen temporal, sino que, desde la filosofía, podría sostenerse la creación aun cuando el mundo fuese eterno.
Otro de los problemas fundamentales para comprender la solución tomista a nuestra pregunta inicial es saber si conviene a otros seres distintos a Dios crear o no. La solución a este problema, Tomás de Aquino la expondrá a partir de tres opiniones al respecto. La primera de ellas sostiene que la primera causa sólo tiene un primer causado, del cual provienen después otros, y así sucesivamente. La segunda, por su parte, afirma que la creación no conviene a ninguna creatura y no es comunicable, así como tampoco se puede comunicar el ser de potencia infinita, elemento indispensable, según estas opiniones, para la creación. Finalmente, la tercera postura defenderá que el crear no ha sido comunicado a ninguna criatura, pero que podría haberle sido comunicada.
Tomás de Aquino abordará esta problemática desde una doble perspectiva: de parte del creador o de parte de lo creado. Desde la primera perspectiva, “la creación es aquella acción que no se funda sobre la acción de una causa precedente, y así, es acción tan sólo de la causa primera, porque toda acción de la causa segunda se funda en la acción de la causa primera; por tanto, si a una criatura no se puede comunicar el que sea causa primera, tampoco se le puede comunicar el crear” (In II Sent d1, C.1, a.3). Si se considera el problema de parte de lo creado, la creación exige que no preexista algo en la realidad, es decir, que no preexista el ser. De esta forma, el ser es lo primero de las cosas creadas. Considerado el problema desde esta segunda perspectiva, la creación pudo ser comunicada a la criatura, de modo que por medio de la causa primera que obra en ella se produjese algún ser simple. Esto explica en qué sentido los filósofos afirmaron que las inteligencias crean propiamente, pero esto es herético.
De estos argumentos y conclusiones se sigue la respuesta que Tomás de Aquino daría a nuestra pregunta original, a saber: que la afirmación “de la nada, nada sale” alude a una mutación o cambio y, en cuanto tal, presupone la existencia de una realidad determinada para que pueda darse. En efecto, un cambio, sea substancial o accidental, presupone la existencia de alguna otra realidad que permanezca para realizarse y, en este sentido, un cambio de la nada sería absurdo. No obstante, la creación “no es un <> que constituya una mutación en sentido propio” (In II Sent d1, C.1, a.2, Respuesta a la segunda objeción). Todo ser exige una causa primera que produzca su ser en el mundo. La creación, según Tomás de Aquino, de ninguna forma puede ser considerara al modo en que se considera el cambio o el movimiento, pues ella presupone que el “no ser” precede al “ser” no en el tiempo, sino en la naturaleza. La afirmación “de la nada, nada sale”, de esta forma, no hace alusión a la creación en sí, sino al cambio y al movimiento. Así, sostener la creación y que, al mismo tiempo, “de la nada, nada sale”, no son cosas que se oponen, sino que apelan a dos cosas distintas, pues mientras que la segunda proposición apela a las causas segundas, la creación compete sólo a la causa primera, que es Dios.

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