lunes, 29 de septiembre de 2008

carta filosófica

Mi niña hermosa:

Siempre he pensado que lo más difícil de escribir una carta es, sin duda, el inicio. Uno podría pensar que el inicio es lo más sencillo, sin embargo he emprendido esta tarea pasando apenas unas cuantas horas después de la media noche, lo cual no sólo ha hecho difícil esta empresa, sino que, además, la hecho cansada. No obstante, la inspiración parece flotar entre mis venas impulsándome a escribirte algunas líneas sobre diversas cuestiones que traigo en mente a tan altas horas de la noche. Cuestiones que quizá no me dejarían dormir, pero que me llevan a la necesidad de hablarte por este medio, que en lo personal tiende a ser de mi agrado y de mi preferencia. Escribir una carta a alguien que quieres y, en especial, a alguien a quien consideras muy especial, como sin lugar a duda eres tú, es un trabajo que requiere no sólo mucha pericia, sino también un corazón dispuesto y una gran capacidad para formular de manera clara las ideas tan enriquecedoras que de ésta podrían surgir.

He de empezar diciendo que por el momento me encuentro muy feliz por haber conocido a una persona tan especial que haya sido capaz de despertar en mí todas aquellas cosas que me son tan esenciales y que, sin embargo, tenía olvidadas. Pues, en efecto, desde que te empecé a conocer han resurgido en mí partes que habían quedado sepultadas por diversas causas y que sólo alguien sumamente especial, como tú, podría hacer renacer de las cenizas, como si después de una batalla estas cenizas volvieran a cobrar vida para dar inicio a un nuevo camino impulsado por las llamas de una nueva luz en el camino. Y parece que todo aquello que había perdido hoy vuelve a surgir, pero acompañadas de una nueva significación, llena de alegría y, sobretodo, de esperanza. Ya que he de confesarte que una de las principales cuestiones que me han intrigado a lo largo de mucho tiempo y que han sido motivo de mi andar por este camino que me ofrece la filosofía, es mi incesante curiosidad por descubrir el sentido de nuestra existencia; ya que en este reside dicha alegría y esperanza, misteriosas fuerzas que hacen de la vida una completa armonía. Así, este nuevo fénix vuelve de las cenizas con una llama aún más potente y significante que acompaña en su dinamismo a todo su ser; es decir, ahora vuelve dotada de un sentido privilegiado por vivir.

Este fénix tiene nuevas alas para volar; los cielos imperecederos, ahora, ya no son una frontera que limite mi andar. Cada paso se ha vuelto firme y decisivo, dándome la confianza necesaria para abrirme al mundo que hoy me es dado no como una mera quimera, sino como una realidad fáctica, de la cual Dios es creador y tú eres su suspiro. Mis alas son capaces de emprender un mayor vuelo, dotando de sentido, nombre y apellidos a toda una vida que hasta ahora parecía perdida en el caos de mis propias representaciones. Ahora sé que mi libertad cubre cada paso, y los contempla unidos desde la narración que podríamos llamar: mi vida. Lo cual no sólo es positivo en muchos y diversos sentidos, sino que también es digno de escribir en una carta como ésta.

Mi vida hilada desde la narración, es capaz de hallar entre sus líneas dos puntos esenciales para poder dilucidar sobre el sentido mismo de la vida, a saber, “el lugar en donde estoy”, y “el lugar ha donde me dirijo”. Lo primero alude al papel que tengo, un quién soy. Lo segundo me remite a la dirección, un a dónde voy. Ambas importantes para poder reflexionar sobre dicha cuestión. Y que, sin embargo, muchas veces pasamos por alto, ya que son cuestiones que tienen una basta dificultad implícita dentro del desarrollo mismo. Problema que en la actualidad no sólo me ha afectado a mí, sino que afecta de modo general a una basta cantidad de personas. Incluso me atrevería a afirmar que varias problemáticas que se desarrollan dentro del mundo contemporáneo se deben en gran parte a que estas cuestiones pasan a ser secundarias, cuando en realidad son las más importantes. Una existencia que deja de lado estas preguntas y que, por ende, no busca el sentido de su propia existencia, es un absurdo ciego capaz de ser influido por vanalidades.

La importancia de estas cuestiones nos lleva a una pregunta aún más difícil y que aún no me es del todo clara la respuesta; me refiero a la pregunta antropológica, esto es: ¿qué es el hombre? No obstante, no pretendo escribirte un tratado de antropología ni mucho menos, de hacerlo podría perder el punto que ahora traigo en mente y que quiero expresarte por este medio. Ya que en realidad pretendo escribirte una carta donde partiendo de algunas reflexiones llegue a revelar ese fénix que has despertado.

Este fénix del que te he estado hablando, y del cuál he dicho varias cosas, tiene la peculiaridad de reflejar mi propia forma de ser. Pues aquello que había perdido, como ya he mencionado, era algo esencial en mí, y hoy me doy cuenta de cuanto ha influido a lo largo de mi vida. Y en parte tengo que agradecerte ampliamente por haberme abierto los ojos ante esta realidad que había dejado de lado durante tanto tiempo. Ya que, sin duda, tú has hecho que mi corazón vuelva a despertar a una nueva fe en el amar; lo cual se relaciona con un buscar con el corazón. Algo que por diversas causas había dejado de lado y que, en su lugar, había sobrepuesto cierta soberbia. Esa soberbia no era otra que la de pretender encontrar esto por el simple deseo, dejando todo a la ilusión y a los sueños, que más bien eran quimeras imparables.

Mi corazón se conformaba con meras apariencias que poco a poco fueron consumiendo mis verdaderas expectativas, haciendo de estas un frustrado intento de ser. Con lo cual no quiero decir que vivía una mentira o en un mundo de las apariencias, sino que vivía con una esperanza infundada y una fe poco madura. Ahora, por el contrario, aún cuando esa fe no es del todo madura, puedo presumir que la vida me ha enseñado algo y que gracias a ti soy capaz de darme cuenta.

Buscar con el corazón implica un entregarse, un buscar dar lo mejor de uno mismo, y es por eso que hoy puedo escribirte esta carta. Pero ese buscar dar lo mejor lleva consigo un destinatario, y justo aquí es que se relaciona la cuestión acerca del sentido de la vida con este entregarse, pues uno no puede entregarse si no se entrega a alguien, y en esa medida es posible hablar de un saber “dónde estoy”, y un “a dónde me dirijo”. En efecto, para que uno pueda entregarse es necesario, por una parte, saber quién es uno mismo y, por otra parte, saber hacia dónde se dirige, esto es, “a dónde voy”, quién es el destinatario. El destinatario, así, juega un rol definitorio en esta cuestión, de tal modo que entregarse implica ambos factores de forma interconectada, sea ésta o por el destinatario mismo o por el emisor. Por esta razón podemos decir que tal búsqueda adquiere un carácter personal, puesto que todo aquel ente racional que emprende esta buscar con el corazón, necesita, en el fondo, saber quién es y a dónde se dirige.

Y aquí es donde entras tú, ya que tú has despertado en mí un nuevo sentido, el cual tiene nombre y apellido. Desde que te conocí volviste a despertar mi parte romántica, mi fe y mi esperanza, lo cual no tiene vana importancia, pues gracias a eso he podido recordar quién soy realmente y cuáles son mis verdaderas expectativas, esto es, “a dónde voy”. No obstante, ambas cosas me has ayudado a hacerlas más claras y a hacerlas aun más definidas; has hecho que el paso de los años y de las vivencias a través de estos, cobren suma importancia, recordándome algo esencial de mí. Me recordaste que la vida misma tiene sentido en cuanto es un entregarse al otro, y en esa forma es un vivir por y para el otro. Y esto debe entenderse como un dedicar la vida. Pero no hay mejor forma en la que este dedicar la vida se manifieste mejor que en el amor mismo, pues es el amor una virtud por la cual los hombres apropiándose de su propio “yo” son capaces de entregarlo al otro sin perder la propia identidad.

Por ese motivo, dedicar la vida es la única forma en la cual el deber y la felicidad se relacionan sin caer en un egoísmo despótico. Este dedicar es un ponerle nombres y apellidos a esa narración que bien hacemos en llamarle vida. De este modo, al dedicar la vida al otro uno no sólo es capaz de encontrarle sentido a la vida, sino que también es capaz de dotarla de diversos sentidos, haciendo de éste una multiplicidad.

Y justo así es que pretendo buscarte con el corazón, ya que en la medida en la que lo hago soy capaz de dotar de sentido a mi propia vida. Pues quiero que seas tú a quien dedique mi vida; y esto no lo digo vagamente como un simple decir, sino todo lo contrario, ya que es mi corazón quien ha despertado en el fuego del tuyo. Y es por eso que hoy puedo luchar por ganarme el suspiro de tus labios y el frío de esas manos. Pero si por algún motivo me rindiera, todo esto carecería de sentido, y por más que tuviera una vida buena no podría obtener una extraordinaria. Porque sin ti no muero, pero sin ti ese fuego que ha vuelto a renacer sería una nada convertida en un vago y conformista aliento, más nunca en un suspiro.

Atte.

Neferteris

No hay comentarios: